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Aquel tiempo pasado

Fotos: © Pepa de Rivera / Textos: © Karin Augustin

Mudarse a un hospital. Trasladarse con lo puesto, concentrar aún más la expresión de notaria en ejercicio, tener los ojos más negros, exigir respuesta.

Sonreír muy pocas veces pero con fuerza para dar una alegría y un respiro a la abuela, fotógrafa hasta la médula.

Seguir bombón incluso entre camas de hierro, tubos amenazantes y sábanas blancas en exceso.

Perderse en un mundo inhóspito en el que acechan la soledad y el dolor.

Recorrer pasillos huyendo de mil virus, asomarse a fuentes sin perder la curiosidad por ese hospicio inesperado y vacío, que una notaria pequeña y rizosa puede interpretar que es para siempre.

Vivir entre paredes sin pretenderlo. En blanco y negro y buscando una puerta.

Comer en platos cuarteleros, compartir pasillos y esperas con Lutes modernos, admirar a una niña de pueblo que salta a la comba, extraídas comba y niña de otro sitio y de otra época.

Y ello con la elegancia de una notaria pequeña que sabe llevar su batita blanca de lazos mejor que nadie, que marca las distancias sin pretenderlo.

Que con su sola presencia y aún de espaldas nos alivia con la seguridad de que venimos de otro mundo fuera.

Con la certeza de que éste no logrará contaminarnos y de que saldremos reforzados y con un fajo de fotos de la abuela Rivera por todo recuerdo.

¡Enhorabuena!