A la inspiración no le gusta la fast culture

© Eduardo Ruigómez

La cima rebanada por el agudo requesón de las nubes. Grito de alegría. Asoma una lágrima en los charcos de la mirada.

(Juan Massana: Puy-de-Dôme, del libro Ahí afuera, en tus ojos. Ollero y Ramos Editores)

Los griegos diferenciaban entre el artista y el creativo. El primero desarrollaba su trabajo bajo unos cánones establecidos: no es un creador, sino un imitador, que basa su labor mimética en la destreza. Platón se pregunta en La República: <<¿Podemos decir que un pintor fabrica algo?>>, a lo que responde: <<Es seguro que no, simplemente imita>>. Por el contrario, los creadores, entre los que se encontraban los poetas, actuaban con libertad para desarrollar su trabajo. Con el Renacimiento evoluciona de forma drástica la actividad de los artistas: la creación pasa a ser imprescindible e innata. La inspiración, que yacía dormida, recupera con grandeza el espacio del artista.

Se me antoja el concepto de inspiración como un niño caprichoso que despierta de su sueño con legañas y un hambre feroz, dispuesto a desayunar todo lo que tenga a la vista. Es la voracidad del explorador.

No conozco los mecanismos que activan la inspiración. Quizás funcione como un reloj de cuerda: no descansa mientras el tren de engranaje transmita la energía suficiente para distribuir impulsos de movimiento. La inspiración no entiende de noches o días, de espesuras o fulgores. Tampoco de profesiones. Es una trabajadora en la sombra, incansable, compañera invisible, muda, guardiana de tesoros adormecidos, siempre en estado latente. Acumula nuestros sueños, también nuestros miedos. Un cóctel idóneo para agitar la imaginación.

Supongo que a cada uno de nosotros ese milagro ilustrado se presenta de forma diferente. A Picasso el acto de trabajar era suficiente para provocar el desencadenamiento de la creación. De esa manera nunca la inspiración le pillaba de improviso, sin sus herramientas de trabajo a mano, de tal manera que era capaz de desarrollar una idea de forma vigorosa. Así entendida, la inspiración se erige como motor de un acto intelectual y creativo.

Quizás la reflexión más necesaria en estos tiempos revueltos consista en definir cómo se aplica la inspiración. La nueva era tecnológica, en la que ya estamos radicalmente asentados, está trastocando la esencia de la cultura de los ámbitos sociales e intelectuales. Herramientas como Facebook o WhatsApp no dejan de ser una muestra de la fragilidad en la que nos estamos posicionando: evolucionamos desde un desarrollo razonado y sólido a una fast culture irreflexiva. La inspiración, como motor de la creación, parece un enfermo gravemente afectado por síntomas de inmadurez y banalidad. Es pues hora de reflexionar sobre la forma de recuperar el espíritu vital del humanismo renacentista.

Recomiendo la lectura del libro inspirador Sin fines de lucro, de Martha C. Nussbaum (editado en español por Katz Editores) para abordar el tema de las humanidades en todos sus aspectos, entre los que analiza el valor de la imaginación narrativa. "Más un manifiesto que un estudio empírico" (Martha C. Nussbaum).

El nº 21 de 1:1 Photo Magazine os invita a disfrutar con los trabajos de Alain Laboile, Quentin Top, Sylvia Gutiérrez Sánchez y Lisa Elmaleh, dotados de dos atributos complementarios: madurez y frescura. Emprendemos un recorrido por cuatro escenarios muy distintos entre sí y sin embargo plenos de intensidad: vamos a ver imágenes que invaden esferas vitales a través de instantes espontáneos de la vida familiar, el agua como motor de vida, el dolor ante la huella de la muerte, y la naturaleza poderosa tocada por la fragilidad que supone la presencia de los humanos. Cuatro fotógrafos, cuatro sensibilidades.