¿Son excepcionales los artistas?

© Guillermo Labarca

¿Son los artistas diferentes de otros profesionales, como los médicos, ingenieros, carpinteros, bomberos, etc, aparte de las obvias diferencias debidas a sus funciones y al objeto de su actividad? Ellos, los escritores, pintores, músicos, fotógrafos, actores etc. parecen creerlo, parece que consideran que su actividad es completamente diferente a la de cualquier otra profesión, de escucharlos hablar pareciera que se sienten intermediarios entre una verdad absoluta, el mundo excelso de las ideas y el de los los sentimientos y los seres humanos. Me parece que esta percepción de sí mismos y de su actividad los hace sentir que deben transmitir sus percepciones de una manera única, excepcional, original, ejemplar, en otras palabras que deben ser geniales.

El mundo que los rodea apoya esta concepción del trabajo artístico, los críticos de arte, los museos (no todos, pero si la mayoría de los museos), las galerías, teatros, las ferias de arte, es decir los gestores del arte también comparten esta visión reforzando la imagen que los artistas tienen de si mismo y forzándolos a alcanzarla. Idea que esta presente desde que alguien decide dedicarse al arte y que impregna incluso todas las actividades de las escuelas donde se aprenden estos oficios. De ahí que el artista, por una parte no se compare con otras profesiones y por otra que viva en un estado de permanente frustración.

Hay pocos artistas que sean conscientes que en todas las profesiones hay algunos individuos excepcionales, como Eiffel en la ingeniería, Flemming o Salk en la medicina, Keynes o Tinbergen en la economía etc. pero que la mayoría no alcanza ese nivel de excelencia y muchos de ellos son muy buenos arquitectos, médicos, jueces o funcionarios públicos sin que ello los lleve a sentirse frustrados por no ser geniales. Otra cosa que los artistas no tienen en cuenta es un hecho estadístico y es que en cualquier profesión los genios son escasísimos, a veces uno o dos por generación, a veces, por razones que desconocemos aparecen decenas en una generación, fenómeno que intrigaba a Goethe, pero aun así son una proporción ínfima del total. Tener la obligación de ser genial es muy pesada, no extraña entonces que tantos artistas vivan sumidos en una angustia permanente, y en neurosis endémicas al menos al inicio de sus carreras, afortunadamente muchos entran en razón con los años.

Lo notable es que esto no siempre ha sido así, es un idea que hemos heredado del Romanticismo de fines del S. XIX. Hay tantas cosas que le debemos al romanticismo, nos ha abierto tantos horizontes en tantos ámbitos de la vida social y cultural, pero también ha sido una carga pesada de la que los artistas difícilmente pueden liberarse, ser intermediario entre los dioses y los hombre es mucha responsabilidad.