Los autores no importan

   © Guillermo Labarca

El punto de partida de estos comentarios es que el valor estético de una fotografía depende ya sea de su impacto, ya sea de su capacidad para revelar aspectos de la realidad que no descubrimos por otros medios o, en el mejor de los casos, de ambos.

La fotografía, así como las otras artes deben ser ser miradas entonces independientemente de su creador y con prescindencia de los procesos que la generaron. No son los autores los que producen el impacto y el valor revelador de la obra, es consecuencia de un dialogo entre la obra y quien la observa. La intencionalidad del autor es entonces irrelevante e incluso, a veces, la obra se escapa de éste adquiriendo una significación, una estatura que supera o se queda corta de las intenciones originales.

Ahora bien, el impacto de una obra depende de los agentes que la administran, en primer lugar de los gobiernos, nacionales o locales que directa o indirectamente con sus subvenciones, premios, compras de obra, museos etc. van determinando cuales obras merecen la atención pública. Lo paradójico de la intervención estatal es que su acción apunta a favorecer a autores y casi nunca a obras, como si estos fueran lo que vale la pena preservar y por lo tanto el objeto de sus políticas.

Los otros gestores del arte: galerías, revistas, críticos, curadores, editoriales tienen objetivos y agendas diferentes que les permiten valorar obras en vez de autores. Se puede constatar que en lo inmediato muchos de estos gestores tienden a caer en valoraciones similares a las de los gobiernos, o son presos del mercado del arte, que tiene sus propias perversiones, pero son ellos los que abren la puerta a evaluaciones centradas en las obras que son las decisivas en el mediano y largo plazo.

Prescindir de los autores nos abre a creaciones vedadas por la presencia de sus autores. Nos permite apreciar la arquitectura fascista, el teatro de la revolución cultural china, las películas de Kevin Spacey o incluso la literatura de Norman Mailer o de tantos autores norteamericanos.

Tampoco los juicios morales o políticos que han hecho autores como Picasso en Guernica o que se encuentra en cierta fotografía social como la de Robert Franck, Sebastián Salgado, Bruce Davidson, Josef Koudelka y tantos otros conlleva un escrutinio sobre los valores y comportamientos de los individuos que las produjeron. Eso es lo que garantiza que podamos verlas con libertad y valorarlas con justicia.