Fotografía callejera y teatro en la calle

   © Guillermo Labarca

El teatro en la calle tiene una larga historia, es probablemente la forma más antigua de teatro. Se atribuye al griego Tespis actuaciones en el S.VI a C. En la edad media son innumerables las actividades teatrales en plazas, atrios de iglesias, mercados de Europa. Es una tradición que no se ha interrumpido y que hoy ha llegado a institucionalizarse, recibiendo subsidios, organizando festivales, compañias de teatro itinerante. Hay, especialmente en los países mediterraneos, actividades muy teatrales que no son consideradas tales, aunque han preservado tradiciones que están en el origen del teatro, algunas con puestas en escena en gran escala con participación de muchos actores y comparsas, otras más modestas. Entre las primera cabe mencionar la semana santa de Sevilla, las Fallas de Valencia, el carnaval de Venecia o de Viareggio, el Palio de Siena y tantas otras, la mayoría en los países mediterráneos. Hay otras más modestas pero son espectáculos muy apreciados y concurridos en los lugares donde se celebran. Estas fiestas y celebraciones tienen todos los elementos propios del teatro: actores, espectadores, guión que cuenta una historia, puesta en escena, dirección etc.

Uno de los méritos de la fotografía callejera en relación con el teatro en la calle es, además de repertoriar estas manifestaciones, de hacer teatro. ¿Que queremos decir con esto? Pues, simplemente, que cuando un fotógrafo hace una foto interesante de un acontecimiento callejero está haciendo teatro, está fabricando una historia con los elementos que le ofrece la calle. Si vemos las fotos de Cartier Bresson, Koudelka o de tantos otros o, sin ir más lejos, de Tan Thandukit o Alexander Petrosyan en este número o tantos otros en otros números de esta revista, vemos que son imágenes que tienen todo lo que tiene una obra de teatro en la calle: el encuadre es una puesta en escena, ambos cuentan una historia, la iluminación es esencial, hay intenciones en ambas actividades, las dos buscan un público, además, tanto la fotografía como el teatro en la calle precisan de la colaboración del público para desarrollarse.

Al constatar esto nos damos cuenta que el fotógrafo pasa a desempeñar varios de los roles que tiene la actividad teatral, al tomar una foto y al trabajarla posteriormente en el cuarto oscuro o en su ordenador y al imprimirla es el director, el encargado de iluminación, el guionista, es un espectador más y todo ello a partir de un simple click.