Explosión fotográfica

   © Guillermo Labarca

En el hemisferio norte hemos vuelto hace poco de las vacaciones de verano. Hemos visto mucha gente haciendo fotos, con cámaras o con el móvil. Incluso aquellos que no han salido han visto en sus ciudades a los turistas fotografiando cada monumento, perspectiva, puente y hasta el último rincón. Mal que mal, como dice S. Sontag, el turismo y la familia son los grandes impulsores de la foto. Hay quienes opinan que esta explosión fotográfica es un fenómeno positivo porque hace que la gente se interese en visualizar y en la fotografía. Es innegable que las sociedades se están volviendo compulsivamente sociedades de fotógrafos. Colgamos más de doscientos cincuenta millones de fotografías en Facebook cada día, Instagram es cada vez más frecuentado, los móviles disparan fotos como un arma de repetición.

Es posible que esta explosión tenga efectos positivos en algún ámbito pero tiene uno muy negativo que es el que la gente evite ver. La actitud de quienes toman muchas de estas fotografías es la de mirar y ocultar lo que los rodea para guardarlo en una memoria que raramente será abierta de nuevo posteriormente. El acto de tomar estas fotografías impiden una percepción directa del entorno, es decir dificultan experimentar la realidad, sus colores, olores, temperaturas, las emociones que provocan porque mirar no es ver. Más aún la realidad para algunos sólo llega a existir después de ser fotografiada.

Como se ha dicho: en la sociedad del futuro el analfabeto será el que ignore la fotografía y no el que no sepa leer. Pero, ¿cuántos de estos que toman fotografías saben leer sus propias fotos? Para que decir de las imágenes ajenas. De ahí que sigue planteada la cuestión de cómo adquirir las herramientas para decodificar las imágenes que nos asaltan.

Por descontado que también hay quienes toman fotos que si dan cuenta de lo que esta delante, aquellos que saben ver y transmitir lo que ven. Koudelka, que si sabe ver, decía sobre las buenas fotos: “Para mí se trata de una imagen que cuando la ves no la puedes olvidar, que permite que quienes la miren inventen diferentes historias, que los espectadores proyecten. No se trata de reportajes, sino de una única imagen que se te queda dentro. Tampoco creo que haya grandes fotógrafos sino grandes fotografías, que son un tipo de milagro, algo que ocurre muy pocas veces.”