Las mujeres siempre estuvieron ahí

   © Guillermo Labarca

Desde el inicio de la fotografía, en el siglo XVIII, siempre hubo mujeres activas tanto en el ámbito amateur como profesional. El listado de las profesionales es largo, sólo para ilustrara menciono algunas activas ya en el SXIX: Constance Fox Talbot, Julia Margaret Cameron, Anna Atkins, Tina Modotti, Ilse Bing, entre tantas.

Muchas de ellas han impactado el mundo de la fotografía por la calidad de sus imágenes, por la novedad de sus estrategias estéticas, por sus innovaciones técnicas o por las emociones que captan en el momento de disparar y transmiten al positivar. Su aporte no se compara con lo que se ha visto, y continúa viéndose, en otras artes, como la pintura o la música sinfónica o clásica.

¿Por qué esta diferencia con la fotografía? ¿Porqué las mujeres fotógrafas han logrado imponer su presencia desde el inicio, incluso cuando la desigualdad entre los sexos era aún más pronunciada que hoy día?

Algunas de ellas Iban para amas de casa, pero prefirieron instalar laboratorios fotográficos en sus cocinas, por impulso personal o por la presencia de otros fotógrafos en la familia, como es el caso de Constance Fox Talbot y de Julia Margaret Cameron. Abordaron temas habituales de los fotógrafos como los paisajes o los retratos, pero también, terminaron redefiniendo el arte al inventar nuevas formas de representar sus cuerpos. Introdujeron en sus prácticas artísticas asuntos que resultaban incómodos, cuando no tabúes, como la sexualidad, el embarazo y la maternidad, La domesticidad opresora y la violencia de la que eran víctimas, tanto a nivel físico como simbólico. Casi todas rechazaron las disciplinas tradicionales, reductos controlados por los hombres. Vieron en los nuevos formatos, menos prestigiosos pero más libres, una página en blanco donde escribir sus historias. Otras querían ser pintoras y estudiaban Bellas Artes. pero el desencanto con la práctica del arte las llevó a descubrir la fotografía. Encontrando así una nueva forma de mirar a la realidad y un espacio en el que podían hacer cualquier cosa.

Pero también fue determinante que, en su inicio, la fotografía no tenía el prestigio de la pintura o la escultura, desinteresando por ello a los poderes públicos y a las galerías de arte más tradicionales, lo que les dio más libertad que la que tenían las artes establecidas. La fotografía, por otra parte, al no ser considerada un arte, no exigía competencias particulares ni certificación institucional. Además, la parte técnica resultaba sencilla y no requería ninguna formación. La historiadora francesa Isabelle Bonnet, especialista en fotografía y cuestiones de género dice que «Históricamente, la fotografía ha sido el medio que ha permitido a las mujeres acceder al mundo del arte». «A principios del siglo XX, el acceso de las mujeres a los dominios artísticos tradicionales seguía estando muy restringido. Muchas se hicieron profesionales en los años veinte y treinta”

Uno de los aportes más novedosos de las mujeres fotógrafas a partir de mediados del siglo pasado ha sido colocar el cuerpo femenino, el propio o de otras mujeres delante del objetivo con el fin de denunciar las férreas estructuras del patriarcado, la cotidianidad de la vida de las mujeres, el modelo de feminidad propia o heredada, las diferencias culturales, étnicas o nacionales. Cindy Sherman o Cristina García Rodero, con estrategias completamente diferentes, son ejemplos de esto, No siempre ha sido fácil o alegre para las fotógrafas, el caso de Claude Cahun, que se disfrazaba delante la cámara para mostrar lo que significaba ser mujer, fue censurada por los nazis. Otras también han tenido dificultades mayores, pero todas, o al menos muchas de ellas, coinciden con la anarquista Emma Goldman que a fines del siglo XIX decía «No es mi revolución si no hace que me entren ganas de bailar»