Sobre fotografía y turistas: comentarios a un texto de Susan Sontag

   © Guillermo Labarca. En base a un texto de Andrew Milne

Viendo la gran cantidad de turistas que pululan en todos los sitios dignos de visitarse, todos provistos de cámaras y teléfonos recordé el libro de Susan Sontag “Photography”. No puedo reproducir lo que ella escribió sin infringir los derechos de autor, reproduzco fragmentos de los comentarios que hace Andrew Milne en la web theconversation.com (que si autoriza su reproducción). Comentarios que sintetizan el pensamiento de Sontag en relación con este tema. El artículo de Milne es más extenso y entra en profundidad que no nos es posible reproducir aquí.

Milne escribe: este año se cumplen 50 años desde que se publicó el ensayo “Photography” de Susan Sontag en la New York Review of Books... quizás en ningún lugar sea más clara la perdurable relevancia de Sontag como crítico que en el análisis de la fotografía como síntoma y fuente de nuestra relación patológica con la realidad. Sontag describió la fotografía como “una defensa contra la ansiedad”. Vio que se había convertido en un mecanismo de defensa. Ante el caótico exceso de sensaciones, nos retiramos tras la protección de la cámara, cuya perspectiva limitada sensorial hace que el mundo parezca dócil.

Sontag afirmó que fotografiamos más cuando nos sentimos más inseguros, particularmente cuando estamos en un lugar desconocido donde no sabemos cómo reaccionar o qué se espera de nosotros. Tomar una fotografía se convierte en una forma de atenuar la alteridad de un lugar, manteniéndolo a distancia.

Los turistas usan sus cámaras como escudos entre ellos y todo lo que encuentran. Según Sontag, la fotografía da una estructura definida a la experiencia del turista: “para, toma una fotografía y sigue adelante”.

Después de tomar una fotografía, pensamos en el sujeto como nuestro cautivo: ahora está ahí, en la película, en la memoria de la cámara. Esto puede convertirnos en observadores ineptos. No es necesario experimentar algo ahora, ya que siempre podemos revisarlo más tarde. Así que agarramos y corremos.

La fotografía es una forma de dar testimonio. Vi esto, estuve allí. Tomar fotografías, una manera de certificar la experiencia, es también una manera de rechazarla, convirtiendo la experiencia en una imagen, en un recuerdo. Los viajes se convierten en una estrategia para acumular fotografías.

A través de la fotografía, argumentó Sontag, tarde o temprano nos convertimos en turistas en nuestra propia realidad. Nos hemos convertido en descontentos en perpetua búsqueda de contenidos. La promiscuidad fotográfica es ahora una de nuestras costumbres. Es lo que hacemos: filmamos todo, incluso a nosotros mismos.

Sontag dice que “hacer fotografías ha establecido una relación voyerista crónica con el mundo”. Su afirmación es que la fotografía ha replanteado la forma en que vemos el mundo y nuestro lugar en él. Escribió que las fotografías tienen el efecto de “hacernos sentir que el mundo está más disponible de lo que realmente es”. Sostiene que “no es la realidad lo que las fotografías hacen accesible, sino las imágenes”.

El propósito de Sontag era, en términos generales, ético. Le preocupaba nuestro sentido de nosotros mismos y nuestro lugar en el mundo. Pensó que las fotografías nos estaban desplazando. No es que lo lejano se haya acercado, sino que todo se mantiene a la misma distancia. Nuestro sentido de situación se ha visto alterado. Estamos simultáneamente en todas partes y en ninguna: un ojo incorpóreo que todo lo ve. Nuestro sentido de orientación, nuestro sentido de lo que es relevante para nosotros, ha disminuido.

Esto puede dar una impresión falsa del argumento de Sontag. Su compromiso político está fuera de toda duda (basta leer sobre su visita a Vietnam del Norte en 1968, o su puesta en escena de Esperando a Godot en Sarajevo en 1993). Ciertamente no estaba tratando de justificar la falta de atención o el aislamiento.

La objeción de Sontag se refiere principalmente a la forma en que nos transformamos, como ella escribe en otro lugar, en “clientes o turistas de la realidad”. Nuestra responsabilidad pasa a ser el consumo perpetuo de lo que ofrecen los medios de comunicación. Nos relacionamos con el mundo más allá de los medios, como si fueran contenidos. El contacto exige más que una imagen que llame la atención. Requiere inmersión, requiere fisicalidad, requiere comprensión. Sontag prevé una responsabilidad que va más allá de la del llamado “espectador preocupado”, cuya atención describe en otro lugar como “proximidad sin riesgo”.

Nos quedamos irremediablemente en la cueva de Platón, todavía deleitándonos, nuestro antiguo hábito, en una mera imagen de la verdad.