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Se trata de obras cuyas copias cualquiera puede adquirir pero cuyos originales nadie puede comprar. Generalmente los originales están en museos u otras localizaciones, públicas o privadas, accesibles al público pero fuera de los circuitos comerciales.Los artistas que utilizan la fotografía como su medio privilegiado (aquí hablamos sólo de los artístas, no de otros profesionales que usan la fotografía, como los reporteros gráficos, los fotógrafos de moda, diseñadores etc.) han caído en una situación paradójica: tratar de conciliar comunicar con vender en el circuito comercial que está gestionado primariamente por las galerías de arte.

Estas últimas prefieren vender “obras únicas” (o lo que es lo mismo, muy pocas copias); es más fácil y más rentable vender una obra a mil euros que mil a un euro.

Ellas conocen su negocio y lo administran de la mejor manera posible, pero esta es una limitación para los artistas que quieren impactar a la mayor cantidad de gente posible. Se resuelve esta paradoja por el tortuoso camino de lograr una comunicación “de rebote” , es decir buscar la fama, vendiendo “obras (casi)únicas”, y desde ahí provocar un impacto masivo. En la entrada del camino a la fama están las galerías, sólo algunas galerías, un par de agencias y unos pocos gestores de arte. La mayoría de los artistas que siguen esta estrategia se queda en el camino.

¿Hay algo mejor? Si, sin duda, no sólo porque siempre hay algo mejor, si no porque no es condición esencial de la fotografía de arte o del arte en general depender del mercado. No es verdad que la definición del arte sea “lo que se vende como arte”. Planteamos que el arte, y en particular la fotografía, pueden recuperar su razón de ser, su sentido en la sociedad si defienden porfiadamente su autonomía haciendo que los objetos que producen sean una incitación a la discusión, haciendo que se hable de la fotografía no más en términos de precios pero si en términos de valor. Buscando que el precio sea sólo un accesorio, util pero prescindible, y no un impedimento para la comunicación.

©Federico Romero