Sobre el instinto de “supervivencia”.-

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


                            

  © Emilio García Dominguez

Seremos testigos privilegiados de cinco maneras de representar la provisionalidad de la vida en este mundo, su trasfondo de viaje a quién sabe dónde: sus recorridos, las detenciones, lapsus, mutaciones y alternativas. Cinco viajes en busca de una identidad que forcejea y se resiste a dejar de ser, y un “médium” para revelárnoslos, la Fotografía que, como la “rosa” de Pepa de Rivera que acompaña este editorial, siempre será una forma ‘extra’ de vida.

 

 

Tino Soriano “CurArte”

La pugna entre la vida y la muerte se dirime en cualquier lugar y en todo instante; por doquier. Existen lugares previstos para que la vida gane y siga. Es como jugar en campo propio aunque esto no sirva para evitar, tantas veces, el advenimiento de lo peor. La sombra oscura del drama y la tragedia persiguen a la vida tal y como la luz proyecta esas sombras nuestras de las que no podemos desembarazarnos. Hay relatos de infortunados que perdieron o vendieron su sombra al diablo como otros su alma misma, su vida al fin: no hay salida pero sí la cura que nos otorga tiempo, una prórroga más.

Sobre el humano ‘arte’ de curar versa este caudal de imágenes que circula por los intersticios de hospitales, áreas y centros de salud, sanatorios, ambulatorios; pasillos, quirófanos, salas de espera, consultas, habitaciones, plantas, unidades de cuidados, salas de rehabilitación, partitorios, enfermerías y botiquines,… Espacios adecuados para la cura y el restablecimiento, para la salvación y la mejora,… para la salvaguarda y preservación de la vida humana.

Todo lo que acontece en estos escenarios torna en acontecimientos decisivos. Nadie acude de buen gusto a ellos: llegamos forzados o nos llevan sin más remedio. Paradójicamente, quienes nos esperan allí sí quieren estar ahí; esperando para ayudarnos, se dedican e esto: ¡salvar vidas!.

Después de lo anterior, no cuesta imaginar que el resultado del trabajo de alguien comprometido en reflejar fotográficamente lo que allí sucede, hasta sus últimas consecuencias, queda perfectamente definido con su título “CurArte”, pues el ‘arte de curar’ -del saber, la ciencia, la dedicación y la entrega que conllevan-, es lo que estas imágenes muestran desde todos los ángulos posibles de una experiencia cotidiana sustentada en la vocación. Cada imagen es, literalmente, una vida, y la de muchos alrededor. Cada instante, literalmente, es aquí decisivo. Cada ser humano, literalmente, único e irrepetible. Todo ello bien lo saben los profesionales encargados de nuestra salud, y este fotógrafo humanista dedicado durante más de cuatro décadas al noble arte de compilar “escenas de curación” con todos sus protagonistas moviéndose entre bambalinas.

 

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